domingo, 16 de noviembre de 2014

Un "pueblo fantasma" recibió la cumbre del G20

La cumbre de líderes del G20 se desarrolló este fin semana en Brisbane, Australia, y reunió a jerarcas de las principales economías del mundo. La llegada de un evento de esta magnitud afectó a la ciudad durante varios días y albergó la principal movilización de protesta, encabezada por la comunidad indígena australiana.

La tercera ciudad más grande de Australia se volvió un pueblo fantasma desde la mañana del viernes. Medidas extremas de seguridad, cambios importantes en el transporte público y una curiosa movida cultural que alejó a la gente de la sede de la cumbre llevaron a que Brisbane no parezca una ciudad de más de dos millones de habitantes.

Los cambios en la ciudad son muy notorios. El sonido de helicópteros sobrevolando el centro marca la pauta y a esto se suma la presencia de 5.000 policías y 1.000 soldados dispersos por la ciudad. Se los ve en camionetas, autos, bicicletas, a pie, montados a caballo y hasta a bordo de diferentes embarcaciones. Su presencia es abrumadora.

Y esa imagen se profundiza debido a la ausencia casi total de civiles. El gobierno de la ciudad decretó feriado durante este viernes para facilitar los trabajos de la Policía por lo que no se ven ciudadanos ni turistas en las calles aledañas al evento, a excepción de periodistas y asistentes al congreso, que sumados no sobrepasan las 7.500 personas.

Además de una fuerte presencia policial, el operativo incluyó chequeos policiales aleatorios en toda la ciudad y revisaciones de bolsos en busca de los “artículos prohibidos”, entre los que hubo lugar para algunos ítems insólitos como “huevos, latas de bebida y tomates”. La posibilidad de que una salida de compras rutinarias al supermercado barrial terminara con una detención generó un vaciamiento de la ciudad. Los medios locales y los habitantes de Brisbane coincidieron en que existió una “campaña de miedo” por parte de las autoridades de seguridad.

Si bien los locales se muestran amigables con los turistas y los asistentes al evento, la postura general hacia el G20 es de descontento y la principal razón radica en los gastos relacionados con la seguridad de la cumbre. Se estima que entre movilización de fuerzas, alojamiento, comidas y equipamientos tecnológicos al servicio de la seguridad de este fin de semana en Brisbane, el gobierno invirtió 100 millones de dólares.

A eso se suma el descontento de los comerciantes de las zonas céntricas que decidieron recortar sus horarios de atención porque el flujo de clientes fue mínimo y la mayoría de sus clientes son oficiales de seguridad que compran agua, dado que las temperaturas oscilaron entre los 31 y 40 grados durante el fin de semana.

Además, del 20 de octubre al 16 de noviembre se llevó a cabo el “G20 Brisbane Celebrations”, una propuesta cultural con actividades diarias en diferentes puntos de la ciudad. Sin embargo, el hecho de que los escenarios de los últimos tres días sean parques nacionales a varios kilómetros del centro generó sensaciones encontradas en la población. La propuesta, que el gobierno postula como una forma de presentar Brisbane al mundo y de compensar las molestias ocasionadas por el G20 a los habitantes de la ciudad, fue recibida como una estrategia para concentrar a la gente alejada del Centro de Conferencias y Exhibiciones de Brisbane.

De todos modos, esto no impidió la realización de la principal marcha de protesta, que ocurrió el viernes en las inmediaciones de la cumbre. Bajo la consigna de “ellos le llaman justicia, nosotros le decimos asesinatos”, las diferentes tribus aborígenes que habitan Australia congregaron más de 500 personas y se movilizaron para reclamar contra el gobierno, al que le exigen explicaciones en torno a la posesión de tierras y los derechos de los nativos.

La relación entre los indígenas australianos y los ciudadanos descendientes del imperio británico nunca fue la mejor, pero las recientes declaraciones controversiales por parte del primer ministro australiano Tony Abbott exacerbaron aún más estas diferencias. Pese a esto, la marcha se desarrolló de forma pacífica y contó con el apoyo de grupos ecologistas, anarquistas y anticapitalistas, que resolvieron sumarse a la marcha aborigen para no superponer protestar (y diezmar el impacto de las mismas) y terminar la caminata en un parque que albergó stands informativos de los diferentes grupos que se pronunciaron en contra del G20.

Entre los líderes que asistieron a la cumbre están las figuras políticas más relevantes de las principales economías del mundo como Barack Obama, David Cameron, Mariano Rajoy, Dilma Rousseff, Vladimir Putin, el presidente chino, Xi Jinping, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. A su vez, esta edición contó con la presencia de jerarcas provenientes de los países invitados: España, Mauritania, Birmania, Nueva Zelanda, Senegal y Singapur.

Los temas económicos de este G20 fueron las propuestas de los países para aumentar la inversión, el empleo y promover la competencia, mientras que se estudiaron propuestas para fortalecer la resistencia de la economía global y así evitar futuras crisis.

Además, el comunicado incluyó un respaldo a la investigación y la lucha mundial para dominar el virus del Ébola e hizo mención a la lucha contra el cambio climático.

De todos modos, gran parte de la atención fue captada por las expectativas del pueblo australiano acerca de la posibilidad que tendría Abbott de pronunciarse con dureza para que avancen los estudios y las investigaciones para descubrir a los responsables del ataque al avión de Malasyian Airlines, en el que viajaban 37 australianos.


El tema fue tapa de todos los medios y el diario australiano The Courier Mail publicó una edición especial a raíz del G20, que comenzó con un anuncio a página completa que incluía una foto de los restos del avión y un texto que rezaba: “Putin: antes que el G20 comience hay una palabra que el pueblo australiano quiere escuchar: DISCULPAS”.

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