La cumbre de líderes del G20 se desarrolló este fin semana
en Brisbane, Australia, y reunió a jerarcas de las principales economías del
mundo. La llegada de un evento de esta magnitud afectó a la ciudad durante
varios días y albergó la principal movilización de protesta, encabezada por la
comunidad indígena australiana.
La tercera ciudad más grande de Australia se volvió un
pueblo fantasma desde la mañana del viernes. Medidas extremas de seguridad,
cambios importantes en el transporte público y una curiosa movida cultural que
alejó a la gente de la sede de la cumbre llevaron a que Brisbane no parezca una
ciudad de más de dos millones de habitantes.
Los cambios en la ciudad son muy notorios. El sonido de
helicópteros sobrevolando el centro marca la pauta y a esto se suma la
presencia de 5.000 policías y 1.000 soldados dispersos por la ciudad. Se los ve
en camionetas, autos, bicicletas, a pie, montados a caballo y hasta a bordo de
diferentes embarcaciones. Su presencia es abrumadora.
Y esa imagen se profundiza debido a la ausencia casi total
de civiles. El gobierno de la ciudad decretó feriado durante este viernes para
facilitar los trabajos de la Policía por lo que no se ven ciudadanos ni turistas
en las calles aledañas al evento, a excepción de periodistas y asistentes al
congreso, que sumados no sobrepasan las 7.500 personas.
Además de una fuerte presencia policial, el operativo
incluyó chequeos policiales aleatorios en toda la ciudad y revisaciones de
bolsos en busca de los “artículos prohibidos”, entre los que hubo lugar para
algunos ítems insólitos como “huevos, latas de bebida y tomates”. La
posibilidad de que una salida de compras rutinarias al supermercado barrial
terminara con una detención generó un vaciamiento de la ciudad. Los medios
locales y los habitantes de Brisbane coincidieron en que existió una “campaña
de miedo” por parte de las autoridades de seguridad.
Si bien los locales se muestran amigables con los turistas y
los asistentes al evento, la postura general hacia el G20 es de descontento y
la principal razón radica en los gastos relacionados con la seguridad de la
cumbre. Se estima que entre movilización de fuerzas, alojamiento, comidas y
equipamientos tecnológicos al servicio de la seguridad de este fin de semana en
Brisbane, el gobierno invirtió 100 millones de dólares.
A eso se suma el descontento de los comerciantes de las
zonas céntricas que decidieron recortar sus horarios de atención porque el
flujo de clientes fue mínimo y la mayoría de sus clientes son oficiales de
seguridad que compran agua, dado que las temperaturas oscilaron entre los 31 y
40 grados durante el fin de semana.
Además, del 20 de octubre al 16 de noviembre se llevó a cabo
el “G20 Brisbane Celebrations”, una propuesta cultural con actividades diarias
en diferentes puntos de la ciudad. Sin embargo, el hecho de que los escenarios
de los últimos tres días sean parques nacionales a varios kilómetros del centro
generó sensaciones encontradas en la población. La propuesta, que el gobierno
postula como una forma de presentar Brisbane al mundo y de compensar las
molestias ocasionadas por el G20 a los habitantes de la ciudad, fue recibida
como una estrategia para concentrar a la gente alejada del Centro de Conferencias
y Exhibiciones de Brisbane.
De todos modos, esto no impidió la realización de la
principal marcha de protesta, que ocurrió el viernes en las inmediaciones de la
cumbre. Bajo la consigna de “ellos le llaman justicia, nosotros le decimos
asesinatos”, las diferentes tribus aborígenes que habitan Australia congregaron
más de 500 personas y se movilizaron para reclamar contra el gobierno, al que
le exigen explicaciones en torno a la posesión de tierras y los derechos de los
nativos.
La relación entre los indígenas australianos y los
ciudadanos descendientes del imperio británico nunca fue la mejor, pero las
recientes declaraciones controversiales por parte del primer ministro
australiano Tony Abbott exacerbaron aún más estas diferencias. Pese a esto, la
marcha se desarrolló de forma pacífica y contó con el apoyo de grupos
ecologistas, anarquistas y anticapitalistas, que resolvieron sumarse a la
marcha aborigen para no superponer protestar (y diezmar el impacto de las
mismas) y terminar la caminata en un parque que albergó stands informativos de
los diferentes grupos que se pronunciaron en contra del G20.
Entre los líderes que asistieron a la cumbre están las
figuras políticas más relevantes de las principales economías del mundo como
Barack Obama, David Cameron, Mariano Rajoy, Dilma Rousseff, Vladimir Putin, el
presidente chino, Xi Jinping, y la directora gerente del Fondo Monetario
Internacional, Christine Lagarde. A su vez, esta edición contó con la presencia
de jerarcas provenientes de los países invitados: España, Mauritania, Birmania,
Nueva Zelanda, Senegal y Singapur.
Los temas económicos de este G20 fueron las propuestas de
los países para aumentar la inversión, el empleo y promover la competencia,
mientras que se estudiaron propuestas para fortalecer la resistencia de la
economía global y así evitar futuras crisis.
Además, el comunicado incluyó un respaldo a la investigación
y la lucha mundial para dominar el virus del Ébola e hizo mención a la lucha
contra el cambio climático.
De todos modos, gran parte de la atención fue captada por
las expectativas del pueblo australiano acerca de la posibilidad que tendría
Abbott de pronunciarse con dureza para que avancen los estudios y las
investigaciones para descubrir a los responsables del ataque al avión de
Malasyian Airlines, en el que viajaban 37 australianos.
El tema fue tapa de todos los medios y el diario australiano
The Courier Mail publicó una edición especial a raíz del G20, que comenzó con
un anuncio a página completa que incluía una foto de los restos del avión y un
texto que rezaba: “Putin: antes que el G20 comience hay una palabra que el
pueblo australiano quiere escuchar: DISCULPAS”.
La nota en PDF
No hay comentarios:
Publicar un comentario